viernes, 12 de marzo de 2010

REMEDIO ANTIGRIPAL.

(Dibujo de mi Galería)
REMEDIO ANTIGRIPAL.


No vino el Tuerto, ni Pascual, ni el Cuatro Deos. Tuvieron que olvidarse de la partida de mus aquel sábado, porque dos de las parejas quedaron incompletas y las otras dos que podían haberse completado, acordaron no hacerlo, para que nadie perdiera puntos en el campeonato en que los sábados, estaban empeñados en la taberna. Cambiaron pues, el mus por el dominó.
Mientras removían las punteadas fichas con las palmas de las manos, dijo uno: -Están acatarrados.
-¿Los tres?, inquirió mi abuelo.
-Si, los tres. Confirmó el primero.
-¡Pues han tenido que cogerlo fuerte, para no acudir a la partida, estando, como estamos finalizando el campeonato!.
-Según la mujer de Pascual, que se ha encontrado con la mía en la botica, lo tiene bien agarrao al pecho, está en la cama tiritando de frío. Afirmó el informante.
Efectivamente, Pascual y el tuerto avisaron al médico, pero no así el Cuatro Deos que, ni tenía dinero para la visita de ningún médico, ni tampoco ninguna clase de seguro galeno. Él no necesitaba médicos, ni boticas. Él siempre conocía algún remedio casero y, si no lo conocía, lo inventaba. Lo que no hacía, si el invento resultaba, era patentarlo. Lo compartía con sus amigos y conocidos.
Como la vez que, segando, le picó un alacrán. Nada mas entrar el veneno en su cuerpo, comenzó a dar botes y, cuánto mas le quemaba, mas saltos daba el pobre. Pidió a Curro, un cuadrillero que con él estaba, que hiciera de guitarrero, rascando las seis cuerdas a un buen ritmo. Hay quien dice, que allá lejos, donde recibió la picadura, no había posibilidad de médico ni de suero alguno que anulase los efectos de la picazón, por lo que no le quedaba otra, que saltar y saltar y eso fue lo que hizo. Tal vez el bicho no fuera tan venenoso como otros escorpiones, de otra especies lo son; tal vez porque su continuado baile , que le hacía sudar y sudar, tuviera éxito; tal vez porque el bicho hubiese picado recientemente a alguien y no le hubiera dado tiempo a su organismo de reponer el veneno inyectado, fuere por lo que fuere, el Cuatro Deos salió de aquella, como salió de tantas, aun peores, a lo largo de su vida. Él, salió bailando. Literalmente, bailando al son de –mas que un tocaor- un guitarrero.
Y ahora, con aquella gripe que, cada invierno, solía llevarse a mas de un viejo al cementerio, el Cuatro Deos se había inventado un remedio para los pobres como él, que no podían ir al médico.
Consistía, según dijo el inventor, en calentar en una olla dos o tres litros de vino tinto, endulzado con sacarina, el azúcar de los pobres, y una boina. Meterse en la cama, el vino caliente en la mesilla o cabecera, y la boina colgada a los pies de la cama. Vamos, todo cerca, al alcance de la mano, bien abrigado, y despacio, sin atragantarse, sorbo a sorbo, si fuera necesario acabar con el vino.

-Vale –dijo uno- el vino para beberlo pero, ¿la boina, para qué?. Su interlocutor dictaminó:
-Según su inventor actúa de avisador. Mientras no observes nada raro, todo continua: trago, vistazo a la boina; nuevo trago, vistazo a la boina. Pero ¡cuidado!: cuando veas dos boinas, entonces ya no mas tragos. Entonces, te dedicas a sudar y sudar.
Lo cierto es que ni el Cuatro Seos, ni ninguno de los que pusieron en práctica esta invento, emplearon mas de un par de días de cama, para vencer a estos catarros griposos que solían visitar el pueblo cada invierno.
Otros, siguieron aferrados al medio vaso de limón exprimido, endulzado con miel de abeja, dos o tres veces al día. Remedio mas popular que el del Cuatro Deos, heredado de las abuelas.

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