viernes, 12 de marzo de 2010

EL SUELDO DEL ALCALDE.

(Óleo de mi Galería)
EL SUELDO DEL ALCALDE.


Oí decir a mi tío Manuel: Si el Alcalde y los Concejales del Ayuntamiento son –como aseguran- hombres de izquierdas, si su solidaridad con los parados que tanto pregonan, es cierta, si efectivamente son austeros y honrados administradores de la hacienda pública, ¿por qué, a la primera ocasión, se suben sus sueldos en porcentajes muy superiores al I.P.C. y a lo pactado en los Convenios Colectivos del resto de los trabajadores?.
--Está claro –continuó- que una cosa es predicar, y otra, dar trigo. Como se decía de los frailes medievales que invadían los pueblos hambrientos en misiones de evangelización, teniendo repletos los graneros de sus conventos.
Le oía atentamente, mientras mareaba el corto de café que le sirvió el camarero. Y, como sólo sonreí ante su comentario, se apresuró a convertirlo en una acusación generalizada a toda la clase política, pero que –a su juicio- era mas sangrante, por contradictoria, cuando eran políticos de izquierdas los que incurrían en tal actitud.
--Las derechas, -decía- es lógico que así actúen, porque siempre han ejercido el poder como un medio de enriquecimiento personal y familiar. El caciquismo brutal, ha sido su distintivo durante generaciones. Siempre han disfrazado sus pretensiones con sofismas tales, como la necesaria dignidad de la función pública. No podría ser digno (ejemplo extremo) que un rey fuese en alpargatas. Por ende, del rey abajo, ministros, diputados, senadores, secretarios generales, gobernadores, alcaldes concejales y hasta sus escribientes, para evitar la indignidad que supondrían las alpargatas, mejoraron sus sueldos y prebendas, dietas, gastos de representación, etc., en progresión geométrica, chupando cada vez mas y en mayor número de mamantes o mamones, de la gran ubre del Estado que, en buena concepción democrática, somos todos. Lo que quiere decir, que cada ciudadano productivo se convierte en un pezón del que chupan varios lechones; si hacemos bien la suma de todos los funcionarios de todas clases de las administraciones estatales, autonómicas, provinciales y locales, no es de extrañar que la gran teta del Estado, haya contraído así una crónica anemia, sin que las derechas tengan compasión de tan escuálido enfermo.
--¿Sugieres que la solución pasaría por la supresión del Estado?. Le pregunté.
--No. Todo lo contrario. Sugiero que hay que alimentar muy bien a esta vaca sagrada para que tenga mucha leche y, al mismo tiempo, regular muy bien la cantidad de leche que cada lechón puede succionar de la gran ubre. El Mercado Productor, el de Bienes y Servicios y el Laboral, no pueden ser dejado a su suerte, capricho o intenciones. El Patrimonio, tampoco. Toda persona, física, jurídica, toda actividad económica, ha de contribuir con el sobrante o plusvalía que genere su actividad a engordar la vaca sagrada, para que su ubre tenga alimento suficiente para todos. La diferencia entre los mamíferos no deberían sustanciarse en mas de tres puntos. Lo que conllevaría la implantación de sueldos máximos. Por lo menos, hasta que la educación y solidaridad necesarias hayan impregnado la sociedad, para llegar a implantarse la utópica igualdad económica, base del resto de las igualdades humanas.
Le interrumpí lo que ya parecía un discurso, diciéndole: --Entonces, ¿cómo te respondió cuado le hablaste de la subida de su sueldo y el de los Concejales?. Y me resumió la respuesta del Alcalde:
--Me dijo, quedándose tan ancho, que él perdía dinero siendo Alcalde. Había abandonado sus negocios particulares para ocuparse de las tareas del Ayuntamiento, donde, aun con la subida, ganaba menos que en sus anteriores ocupaciones. Lo mismo le ocurría a los demás miembros de la Corporación.
Intervine: --Es mas o menos, lo que afirman los Ministros y Diputados: que ganan mas en la actividad privada que dedicándose a la función pública.
--Sí, sobrino. Es la mentira mas socorrida que existe. Porque nadie hace tal, si de alguna manera, no previeran obtener mayor ventaja de lo público que de lo privado. Pero la ley les permite a unos y otros, fijarse sus propios sueldos. En esto, funcionan como los Consejos de Administración de las empresas privadas. Son los obreros, los que no tienen potestad legal para fijarse a sí mismos los sueldos. Luego, cuando oigas decir que un Ministro, Diputado, Consejero, etc., son “trabajadores”, término que gustan usar ellos mismos en democracia, puedes reírte o tomártelo a broma; pero en ningún caso creerlo.
Si estuviesen en política para servir al pueblo, no les importaría ganar menos dinero que en las empresas privadas. “Si el mismo estómago tenemos, ¿por qué cobran unos de mas, y otros cobramos de menos?”. Eso sería lo justo: que fueran considerados como “Obreros de cuello blanco”, como propusieron en la Comuna de París. Que no se aprovechasen de la política y cuando se retiraran de ella, lo hicieran sin obtener privilegios especiales. Mientras esto no suceda, son una clase especial, aparte, distinta de la clase trabajadora: son la Clase Política.
En la lógica de la Derecha, la política es una profesión legítima en la que la ambición está bien vista, en la que también impera las Leyes del Mercado. Pero en la lógica de la Izquierda, la política es una vocación. Su motor no es mercantil, sino ideológico. Desea el poder, para ir cambiando la realidad, en una larga marcha hacia la utopía: el establecimiento de la Justicia real, no simplemente teórica. Están obligados a dar ejemplo de austeridad.
Si no se dedican a la cosa pública, porque lo privado tiene mas incentivo económico, la solución no está en hacer atractiva la política incentivándola igual o mas que lo privado, sino en todo lo contrario: desprenderse de estos políticos profesionales, porque jamás cambiarán nada, ni eliminarán las injusticias sociales. Todo lo mas que harán será esforzarse en ser buenos administradores o gestores. Pero aceptar que la política no es nada mas que administrar bien, es un pensamiento conservador, derechista. La moral de la Izquierda, además de administrar bien, exige un cambio de las estructuras, que haga posible la Justicia y la Igualdad real.
Esta moral exige que el rey de un país de alpargatas, vaya también en alpargatas. El Estado no debe remunerar a sus servidores, a sus cargos, como para permitirles que, en un país de alpargatas, ellos puedan permitirse usar zapatos de piel de cocodrilo.

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